
Como fuere que hace "tiempo" desde la última vez que entré en contacto con vosotros, por aquello tan socorrido de agosto como un mes "inhábil"... me atrevo a ofreceros unas leves consideraciones posvacacionales acerca, precisamente, del tiempo.
Nada menos que Aristóteles lo define como "numerus modus secundum prius ac posterius" o sea, traduciendo libremente, el modo de enumerar según el antes y el después. La definición no puede ser más sutil, y, bien pensado, más obvia. De puro clara termina no diciendo absolutamente nada, pero... ya se sabe que la filosofía hace solemne, con precisión, lo claro, conciso y evidente.
Si el amable lector continua tragándose este insoportable rollo, cuenta con mi más hondo agradecimiento. Ello no es óbice para indicar otra medida del tiempo , menos precisa aunque más cordial.
Dice un himno del breviario: "El tiempo se acoge a Aquel que es la fuerza de las cosas, y en Él rejuvenece". Nuestro tiempo es un don inapreciable por inapreciado. Dudo que seamos capaces de advertir la generosa medida, remecida y rebosante, del tiempo que se nos concede a cada uno. Tengo tiempo de aprender a regalar el tiempo que me han regalado. Mis días y mis horas son una gracia para agraciar a los que me rodean y constituyen una oportunidad irrepetible, cada día que pasa nunca vuelve más, de devolverle a la vida lo mucho que la vida me ha dado... y la vida me la ha regalado Dios.
No elegimos nacer, no hemos votado para existir, no nos han pedido permiso para vivir... o somos un regalo o perdemos la oportunidad de corresponder al tiempo que nos han regalado. Así como el preso dispone de mucho tiempo pero de muy poco espacio, así también, del mismo modo, soy capaz de encerrarme en la cárcel de mi egoísmo y vivir lleno de prisas e indecisiones que me lleven a ocupar mucho espacio pero sin tiempo para disfrutarlo. Líbreme Dios de ser una contradicción para los inmensos regalos del tiempo que anuncia mi eternidad. Desde Dios y hacia Dios, mi vida no tiene fin. Es eterna. Mi eternidad ha comenzado ya, por eso soy y eres capaz de regalar tu tiempo en todo espacio y tu espacio en todo tiempo.
Si a aquellos que nadie prefiere son los preferidos del tiempo y el espacio de nuestra vida, nos constituimos, en la siempre amable y llena de ternura... sonrisa de Dios.
Manuel Amezcua Morillas.